Memorias
colectivas de Cabimas y Maracaibo: la retreta como celebración dominical generadora de prácticas identitarias.
Gicela
Garrido Barrios*
RESUMEN
El presente estudio se propone
recuperar en las memorias de Cabimas y Maracaibo, las celebraciones dominicales
de la retreta. La investigación utilizó primordialmente las memorias vivas y la
revisión de documentos y artículos como fuentes de información. Tiene un
carácter documental y se apoya en las directrices de la historia oral. Los resultados obtenidos
muestran que desde principio de la
década de los 30 y hasta mediados de la década de los 60, la gente de Maracaibo
y Cabimas acostumbraba a reunirse en los sitios públicos, preferiblemente en
las plazas que existían en esa época. Una banda marcial interpretaba varias
piezas en el centro de la plaza y a esta actuación se le conoce con el nombre
de retreta. El programa dominical incluía misa, paseo y retreta. Alrededor de
esta celebración dominical se generaban
prácticas sociales recurrentes cargadas de familiaridad y de rasgos ritualísticos siempre adornados
con la cortesía y la buena educación. Los relatos obtenidos y parte de los
hallazgos, también están disponibles en un video documental.
Palabras claves: historia oral, retreta,
banda marcial, ritual, celebración dominical
*Profesora Titular de
la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt (UNERMB). Magíster en
Comunicación y Tecnología. Ph.D en Currículum y Supervisión de la
Educación Superior (University of Pittsburgh).Postdoctorado en
estrategias de enseñanzas ( Florida Tech).
Collective memories of Cabimas and Maracaibo: “la
retreta” as a sunday celebration
practices identity generator
ABSTRACT
The purpose of
this study was to collect the memories of the inhabitants of Cabimas and
Maracaibo on Sunday celebrations, especially “la retreta” .The research used was primarily
live reports and reviewing documents and articles as sources of information. It
has a documentary character and relies on oral history guidelines. The results
show that since the beginning of the 1930s and until the mid-1960s, people of
Maracaibo and Cabimas used to meet in public places,preferably in the parks that
existed at that time. A martial band played several pieces in the center of the
place .This performance was known as a retreta The villages of Cabimas and
Maracaibo`s Sunday programme included mass, walk and retreta . Recurrent social
practices charged familiarity and ritual features always adorned with courtesy
and politeness of those days were generated around this Sunday celebration. The
obtained stories and part of the findings are also available in a video
documentary.
Keywords: oral history, retreta, ritual, martial band, sunday
celebration
Introducción
Es
un día domingo de cualquier mes. La tarde casi culmina. Las campanas de
la Catedral anuncian que la misa ha concluido; ahora es tiempo de tertulia y de
Retreta. Al hablar de la retreta, es
casi obligatorio hablar de la Plaza Bolívar, de la Catedral, de la misa, de una
banda marcial, en fin, de todos los elementos que en conjunto, formaban una
ceremonia o un ritual dominical en la
década de los años 40, 50 y entrados los 60.
Cuando
nos referimos a una función en la Plaza Bolívar podría pensarse en
asuntos políticos, porque la plaza Bolívar siempre ha estado referenciada como
una simbología del poder y ha sido
escenario de manifestaciones tanto del pueblo como del gobierno. En sus alrededores se encuentran alcaldías,
comercio, iglesias y todos los sitios importantes donde los pobladores de
Cabimas y Maracaibo acudían a realizar sus “diligencias” desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo
XX. Sin embargo, la plaza Bolívar alternaba sus
funciones políticas y comerciales con otras actividades de tipo
religioso-cultural.
La plaza Bolívar y todos sus alrededores se
constituyeron en un espacio público que favorecía las relaciones entre los
diversos grupos sociales, familiares y culturales alrededor de la función de una banda marcial
cuya actuación se denomina retreta.
El significado del término retreta es de
origen francés y significa retirada. Comenzó siendo solo un toque
de trompeta o de corneta que indicaba la retirada de una tropa y el regreso de los soldados al cuartel. Los toques de trompeta también
están relacionados a mensajes específicos entre los militares; existen toques
que indican avanzar, silencio, retirada, baño, comida y otros. Esta
musicalización de los códigos de guerra
surge en Venezuela en el siglo XVIII a
través de las tropas que lucharon en la guerra de la independencia; las tropas
tenían sus propios grupos de músicos quienes transmitían ordenes superiores a los soldados en las batallas que estaban
librando.
Según el diccionario de la
biblioteca de consulta Microsoft 2005, retreta significa función musical
nocturna al aire libre, generalmente en parques y plazas; lo que hoy se
denomina concierto gratuito al aire libre. En el ámbito castrense conserva la antigua concepción.
1.- De
la corneta a la retreta
La historia musical de casi todos los
pueblos de Venezuela comenzó en los templos, para luego ir a los grandes salones de las familias
adineradas y en su evolución, durante el
siglo XIX llegó a las plazas, al teatro y a la sala de conciertos (Ana Mercedes
de Rúgeles, 1986:8). Los compositores venezolanos de la Colonia como José Ángel
Lamas, los hermanos Landaeta, Juan Meseron, José María Izaza, Atanasio Bello y
Lino Gallardo, entre ellos, descubrieron la música a través de la música sacra.
La iglesia abrió sus puertas a las composiciones de Lamas y Carreño (de la famosa escuela de Chacao), las
cuales en su mayoría estaban dedicadas a la semana santa, considerada ésta la
celebración de mayor relevancia durante
el año litúrgico. En realidad, la religión era el centro de la vida de los
venezolanos durante el siglo XVIII, y en
torno a ella giró toda la producción musical de esa época.
Cuando comienza la gesta
independentista, para muchos músicos, se inicia el decaimiento de la producción
musical de los compositores y también de la
actividad musical religiosa. Esto responde a la nueva forma que toma la música
dentro de la sociedad republicana. La música deja el templo y sale a la calle a
formar parte de las actividades liberadoras dando origen a las canciones
patrióticas como las de Lino Gallardo y Juan José Landaeta –autor del Himno
Nacional-(María Guinand, 1986:18). La música militar que había surgido en
Venezuela durante el siglo XVIII, adquiere un auge extraordinario en el siglo
XIX al incorporar a sus repertorios música popular como danzas, contradanzas,
bambucos y congas. Para Desiree Agostini (2003: 77) al contrario de lo que
dicen los musicólogos en relación a la
decadencia de la producción musical
durante el siglo XIX, ella asegura que en las últimas décadas del siglo
XIX la producción musical fue muy activa;
señala además que eran usuales los saraos, tertulias, veladas, conciertos, así como las retretas
cada domingo en las plazas. También era común la presentación de operas,
zarzuelas y operetas de compañías nacionales e internacionales lo que se traduce en una importante actividad
dramática en el país.
Para el maestro J. Pérez
Perazzo (1989: 68-74), músico estudioso de la evolución bandística en
Venezuela, la existencia de las bandas marciales en nuestro país se remonta a
los inicios de la colonia, es decir, desde el comienzo del dominio español en
el nuevo mundo –según ellos- y con la llegada de tropas realistas, surgieron
los músicos, los instrumentos, las canciones y las marchas para la diversión de
las tropas.
Son escasos los
testimonios musicales del periodo de independencia; entre ellos se encuentra el
del capitán Juan de Dios Agraz, músico aragüeño quien recibió el honor de
Bolívar de ser su corneta de órdenes y a quien le obsequió un cornetín de oro
en 1790; además de Agraz, se conoce otro
músico militar quien también se desempeñó
como corneta de ordenes del Libertador: el cabo José Bernabé Dorantes, oriundo
de Quibor.(Pérez Perazzo, 1989:66)
En búsqueda de los inicios de la retreta en
Venezuela, conseguimos la actuación de una banda marcial en la Plaza Mayor de
Caracas mucho antes de 1874, fecha en la cual la plaza adquiere el nombre de Plaza Bolívar. El profesor Mariano Picón Salas en su libro Los días de Cipriano Castro (1986), se
refiere a la actuación de una
retreta durante la entrada del General
Cipriano Castro a Caracas después de una
victoriosa campaña militar, el 20 de octubre de 1899.
Las retretas caraqueñas conocieron su mejor época de
esplendor en tiempos de Cipriano Castro ya que “el cabito” acostumbraba a
asistir con muchos de sus colaboradores a disfrutar de la actuación de la banda
marcial. Esta banda en particular,
resistió los embates de los años de la
Federación. A pesar de las dificultades
económicas y políticas que toda esta situación generaba, la banda marcial continuó aferrada a la simbología musical de la
ciudad de Caracas hasta finales del
siglo XIX. El profesor José Antonio Calcaño (1958), manifiesta que los inicios de la retreta en Caracas fue antes
de 1864 cuando la Banda marcial se llamaba Banda Convención.
2. Las retretas en plazas de Cabimas y Maracaibo
Al concluir la retreta se anunciaba el cese de
las funciones de la plaza Bolívar y sus alrededores. Particularmente en
Cabimas, cuenta el señor Pedro Estrada (2009)-Cronista de la ciudad- que las
retretas comenzaron en 1938 con la fundación de la Banda 5 de julio dirigida
por el maestro Gaetano Martucci con instrumentos donados por el recién electo presidente de la época: Eleazar López Contreras (1936-1941).
Los miembros de la familia Martucci,
Leopoldo (padre) y Gaetano (hijo) eran
excelentes músicos, ambos llegaron a ser Directores de la Banda Bolívar de
Maracaibo a finales de la década de los
40 y hasta mediados de los 50. Al igual que estos dos músicos italianos, otros
intelectuales e instrumentistas vinieron a Venezuela al finalizar la Segunda
Guerra Mundial en 1945; en verdad, la música venezolana se benefició mucho de
esta situación.
Al indagar con los
pobladores de Cabimas sobre la retreta; estos la recuerdan después de salir del teatro Cabimas, cuyo
dueño era el Señor Passini y también recuerdan a un
personaje que llamaban “el pingüino”
quien acudía sin falta trajeado con un
gran paltó y bailaba durante toda la
función de la banda. El comercio cerraba
para disfrutar la retreta. Según nuestro relator, los músicos provenían de los Puertos y de los
Andes; recuerda dos en particular: un músico de nombre Eladio y otro de apellido Vicuña,
ambos vivían en el centro de Cabimas.
Mientras la retreta sonaba, aún estaba fresco el recuerdo de la toma de
la plaza por parte del pueblo de Cabimas (21 de diciembre de 1935), en
exigencia por colocarle el nombre de Bolívar a su plaza. El pueblo de Cabimas luchó desde muy temprano y se enfrentó a las autoridades gomecistas con el glorioso
propósito de quitarle el nombre de Juancho Gómez a su plaza principal. En su
lugar colocaron un cuadro del Libertador, así lo narra Javier Fernández en su estudio “Cinco plazas del
Centro Histórico de Cabimas” (versión digital). También indica Fernández en “Parques, Plazas y Paseos”, que a principio de los años 60, la plaza Bolívar
de Cabimas fue remodelada; el nuevo
modelo incluía una tarima para las retretas.
En el caso de Maracaibo, resulta interesante
recordar que fue la primera ciudad de Venezuela donde se erigió una estatua de
Simón Bolívar en una plaza pública (1867), siendo el presidente del estado
Zulia el General Jorge Sutherland y el presidente de Venezuela para esa
época fue Juan Crisóstomo Falcón.
En relación a la plaza
Bolívar de Maracaibo, ésta tuvo muchos
nombres, dependía del gobierno de turno; en verdad, las plazas y las bandas
marciales cambiaban su nombre con la misma frecuencia que cambiaba el gobierno
o el gobernante. En un principio se llamó Plaza
mayor, durante la colonia se le llamó plaza de San Sebastian, luego se le llamó El jardín. En 1821 se le llama plaza
de la Pirámide; vuelve a cambiar su nombre en 1873 y se le llama Plaza de la Concordia (sin
estatua de Bolívar). De esta
manera, Maracaibo permaneció más de 30 años sin estatua del Libertador en su
plaza; hasta que el 24 de julio de 1904,
siendo el presidente del Zulia el Dr. Jesús Muñoz Tébar, se inaugura la plaza
Bolívar de Maracaibo con glorietas incluidas para la actuación de la banda
marcial a cargo de las retretas.
3. Las bandas marciales
Las Bandas que tenían a su cargo la retreta
se les llamó “la marcial” o bandas de guerra ya que en sus inicios estuvo
conformada por militares y estaban
adscritas al Ministerio de Guerra y
Marina.
La música militar surge en Venezuela durante
el siglo XVIII, pero logra su mayor esplendor en el siglo XIX, en la guerra de
independencia. En 1864 estas bandas comienzan a incorporar civiles criollos y
otros provenientes de Europa con el objeto de reforzarlas musicalmente. A partir
de ese momento se constituyeron en bandas cívico-militares. Sus directores, hasta bien entrado el siglo
XX, tenían rango militar efectivo. Por mucho tiempo -y aún hoy- se le sigue
llamando “la marcial”, más por las funciones que ejercen, que por la
naturaleza de los instrumentos o por la condición militar de sus integrantes.
Para el año 1937, siendo Presidente el
General Eleazar López Contreras, las Bandas Marciales pasan a la jurisdicción
de las gobernaciones respectivas. La formación bandística de Maracaibo comenzó
mucho antes que la de Cabimas. En el año 1878 fue fundada la Banda Simón
Bolívar (por supuesto no tenía ese nombre, se llamaba Banda Cívica) después se
llamó Banda del Estado, Banda Gómez, hasta llegar a llamarse Banda de Conciertos
Simón Bolívar por iniciativa del maestro Alberto Villasmil Romay en 1965. Se
cree que las primeras bandas militares llegaron a Venezuela junto con la colonización española. Las
agrupaciones -como la Banda Marcial Caracas (1864) comenzaron
a tocar música popular en las plazas durante el siglo XIX incorporando civiles
al grupo; esto generó un movimiento de formación de bandas en diversos
municipios del país incluyendo Cabimas y Maracaibo, hecho este que sirvió para
establecer la retreta como parte de la recreación de los pobladores del Zulia.
Los
músicos integrantes de la Banda vestían uniforme militar aunque en su mayoría,
eran civiles. Se trajeaban con uniforme azul marino o gris, de casimir inglés[1],
botones dorados, una lira dorada en el kepy[2]
, zapatos negros brillantes de charol, camisa blanca con cuello y puño
almidonado y usaban gemelos[3];
la corbata era negra, fina y con lazo europeo[4]
.También usaban un uniforme de gala color blanco.
El programa para la retreta mostraba un
repertorio dividido en dos partes; una
primera actuación, donde se interpretaban piezas internacionales de músicos famosos;
luego había un descanso y ese tiempo del
“intermedio” era aprovechado por los
músicos y el público para relacionarse; posteriormente, se ejecutaba la segunda
parte de la retreta compuesta por piezas de autores venezolanos. La música
interpretada en las retretas eliminaba las fronteras entre la música clásica y
la popular. El intermedio o descanso, posterior a la primera parte del repertorio,
era aprovechado por los asistentes para “codearse” con los políticos, empresarios y la gente considerada “de la alta sociedad” quienes se
convirtieron en asiduos asistentes de la
retreta. La función musical de los domingos permitió que las clases sociales
pudieran coincidir en tiempo y espacio.
El repertorio de las bandas
marciales para las retretas “cerraba”
con la zarzuela del maestro Elías
Gutiérrez: y Rafael Bolívar: “Alma Llanera”, popular
Joropo considerado nuestro segundo Himno Nacional, cuyo estreno fue en el Teatro Caracas el 19 de septiembre de 1914. La
letra la escribió el poeta Rafael
Bolívar Coronado ; la música es de Pedro Elías Gutiérrez quien fue Director de la Banda marcial
Caracas durante 37 años.
En muchas ocasiones El alma Llanera se repetía a petición del público. Otras
piezas del maestro Gutiérrez formaban
parte del repertorio de los domingos; “Celajes”, “Emilia”, “Laura”, “Lazo
Azul”, y “Geranio”, valses estos que le impregnaban unos aires de zarzuela y
fantasía vienesa a la retreta; también se llegó a incluir el ritmo de “charlestón”.
La parte internacional del
programa incluía piezas como la “Obertura
del Caballo de Bronce”, una selección de operas como “Gioconda”, el vals Vienés
“El Danubio Azul” de J. Strauss, también la marcha de Cádiz.
La retreta se llegó a convertir en un
vehículo de difusión musical y cultural para los sectores populares. Es así
como esta función pública se atrevió a sacar la música de los grandes salones y
la entregó al público en generoso gesto para el esparcimiento de los pueblos,
sin distinción de clases, ni categorías.,
En este marco musical, era
posible reunir a las formas sociales y culturales
más antagónicas en la historia del Zulia; una clase culta que insistía en ser
más civilizada y apegada a cánones europeos
y el resto de los pobladores que veían y vivían otra realidad.
Al culminar la misa de la Catedral, el público
se concentraba alrededor de la
glorieta (espacio destinado a la Banda) con forma de choza o kiosco, cuyos pisos y techos
de madera, según los músicos, ayudaban mucho la acústica y se convertían en amplificadores del sonido. Los
laterales de la glorieta eran muy bajos
lo cual permitía a los niños acercarse y ver los instrumentos de cerca. Allí
comenzaban a escuchar la actuación de ese día. Uno de los detalles aportados
por los entrevistados esta referido al gesto de cortesía que tenían los
caballeros con algunas damas al ofrecerles una silla para que escucharan
cómodamente la retreta. Las sillas se alquilaban allí mismo, en la plaza.
Las bandas marciales, aparte de la
retreta, realizaban otras funciones como asistir a los actos oficiales, inauguraciones, tocar las veladas de la virgen, actuar en
fiestas patrias, acompañar al santo sepulcro; en
ocasiones acompañaban procesiones,
tocaban honores a
los políticos de
alto rango y también
le hacían honores a la gente
importante de la época que lo pedía como último
deseo. Como puede observarse, la actuación de la banda marcial estaba
ceñida a la programación eclesiástica, aunque su dependencia administrativa no
fuese directamente de ese organismo.
4. La retreta en la plaza Bolívar de Maracaibo
Esta plaza en particular disponía de cuatro
glorietas, una para el comercio, la del
trabajo, otra para educación y otra
para la Marina, donde se ubicaba la Banda Marcial. Algunos músicos que actuaron en esa Banda (Miguel Martínez,
Carlos Manzini, Arnaldo Arteaga, Celestino (Tino) Rodríguez y otros, 2009,
2010) relatan que las retretas se daban en
forma simultánea en la Plaza Urdaneta y
la Bolívar; de hecho, el gobierno del estado Zulia aprobó en 1857 una
disposición para la función de una retreta en la Plaza Urdaneta los días martes , jueves y domingo, de 7 a 9 de la noche .El Director
de la banda Urdaneta a finales de la década de los 40 fue el maestro Roberto Paz, conocido músico de la región.
La
retreta constituyó la recreación gratuita en torno a la cual se desarrollaba la
actividad social de las comunidades de Cabimas y Maracaibo cuyos pobladores vestían sus mejores galas para disfrutar del
sitio mas selecto de la ciudad, donde también se encontraban los mas
acreditados colegios, los médicos y abogados de renombre, los más finos sastres, las más
exquisitas modistas; también el cine Victoria y el teatro Baralt.
Describe
Nilda Bermúdez (2001) que en la Maracaibo del siglo XIX todavía la población vivía dentro de
los cánones de la tradición del siglo XVIII español, pues continuaba aferrada a
un imaginario histórico sembrado que no se resignaba a desaparecer.
La
retreta formaba parte de este sitio tan importante de la ciudad. Un lugar que
exigía formalidad en el vestir y en las buenas costumbres; esta formalidad se
manifestaba a través del cuidado y respeto
por las áreas internas de la plaza, la buena etiqueta y los buenos
modales. Quince guardianes o celadores resguardaban la plaza y garantizaban el
cumplimiento de lo socialmente exigido.
Los vendedores ambulantes no tenían permitido el acceso a la plaza, solo
podían ofrecer su mercancía (café, maní en cono, alfandoques, caramelos y
cigarrillos) por las esquinas. La plaza
Bolívar se convirtió como en una especie de
extensión de la catedral y en un lugar de actividades formales. La gente
asistía a la misa no solo para rezar, sino para saludar al sacerdote y a las
personalidades asistentes y luego pasear por sus alrededores creando un vínculo
espacial entre la iglesia y el gobierno
a través de esta practica social.
Como parte del ritual dominical,
las familias llevaban a sus niños a comer helados en el café América, donde
había un billar y vendían golosinas. Otros asistían al cine Victoria ubicado en
la calle derecha, al lado del hotel Roma y muy cerca del templo San Francisco
de Asís.
A finales de la década de los 40
y principios de los 50, los zulianos
comenzaron a diversificar su recreación al recibir la visita de artistas
famosos de esa época, sobre todo procedentes de México, como Libertad Lamarque,
Don Pedro Vargas, Evangelina Elizondo, también Celia Cruz de Cuba; desde
Caracas vino Alfredo Sadel, todos ellos se presentaban en el centro de la
ciudad, específicamente en el teatro Baralt y en las emisoras de radio. Sus
presentaciones eran en vivo y duraban una semana al igual que los ensayos. Les acompañaba la orquesta Garrido y sus
Solistas (1950-1965), cuyos integrantes, en su mayoría, eran
músicos de las bandas marciales
que tocaban la retreta. Los artistas,
tanto internacionales como nacionales, eran contratados por Omar Baralt, quien
gerenciaba Ecos del Zulia.
El músico Miguel Martínez (el Pluto), uno de
nuestros entrevistados, comentó que Don Pedro Vargas traía su propio pianista y
era este quien ensayaba con la orquesta del maestro Garrido. El señor Vargas no
asistía a los ensayos y solo se le veía durante la presentación en vivo.
Las estaciones de radio como
Radio Popular, presentaba la Fonoplatea de los éxitos a las 12 del mediodía.
Por su lado, Ecos del Zulia presentaba a
los artistas a las 8 de la noche, durante una semana. Asistía mucho público y
se les obsequiaba regalos como termos y
granos de café en latas. Todavía a mitad del siglo XX, y a
pesar de estas atracciones, el zuliano seguía visitando la plaza Bolívar
para escuchar las retretas.
5. La
mujer en el recuerdo de los pobladores
Entre los elementos que aún persisten en
la memoria de los pobladores de Cabimas y Maracaibo en relación a las retretas,
nos encontramos a la mujer como parte
importante de sus relatos. La Retreta
genera evocación de los entrevistados hacia la mujer más que hacia la música. Se puede decir que la retreta era
el marco perfecto y romántico para cortejar una
dama y el lugar
predilecto de los patiquines[5]
para desarrollar un lenguaje de miradas
que logró su mayor auge en esa época.
Los relatos nos llevan a confirmar que las
mujeres eran poco vistas en sitios públicos y cuando lo hacían iban en compañía
de sus madres. Los registros fotográficos, hasta principio de los años 50, son
muy escasos; algunos de ellos muestran a la mujer en fotos familiares, con esposo e
hijos como prueba del cumplimiento de una exigencia social de esa época:
el matrimonio. Esto obedecía a las
herencias de la cultura patriarcal y la
orientación escolar para las
mujeres del siglo XIX y principios del XX, la cual
estaba dirigida a formar abnegadas madres
de familia, esposas atentas y fieles al cumplimiento de sus funciones domésticas. Es importante
señalar que los estudios en las escuelas
de niñas no tenían salida para estudios universitarios.
A partir de la década de los 50, la
mujer comienza a hacer más apariciones en público y hasta se atreve a mostrar
parte de su pierna y el tobillo al usar faldas mas cortas. Pero, ¿Cuáles eran esos detalles de la mujer que el
hombre admiraba tanto?
Es innegable que las mujeres venezolanas del siglo XIX
heredaron la dureza hacia ellas de la sociedad venezolana del siglo anterior.
Aunque muchas de sus antecesoras se fueron a pelear al lado de los hombres en
la guerra de independencia, siguió vigente el canon de la sumisión, el recato,
el aislamiento y la moderación, como cualidades indispensables para una mujer
que quisiera ser considerada respetable (Teresa Sosa 2010, digital ). Es esta condición lo que impedía el libre acceso o acercamiento a las damas de esa
época, y quizás esta dificultad fue el atractivo mayor.
Aparte de esta condición, el arreglo personal de las damas era
considerado por nuestros entrevistados como de
exquisito gusto:, por ejemplo; el cabello se arreglaba meticulosamente,
recogido a los lados y perfumado con romero o manzanilla, los trajes con
encajes y tejidos, inmaculadamente
limpios y planchados. El perfume tenía aroma a flores de azahares y jazmines,
que en ocasiones colocaban en su cabello como adorno. Prendedores con
“camafeos” y peinetas de nácar y piedras
servían de adornos a las damas (memorias de Carmen Barrios).
6-
Lo importante de las memorias
Los relatos
escuchados muestran una narración particular con perspectivas propias e
individuales cargados de referentes de identidad que revelan lo que para cada
uno de los entrevistados es memorable. Si hablamos de los recuerdos, cada
entrevistado posee sus propias imágenes sobre las retretas y su versión es
única y autentica.
Las memorias son los recuerdos a los
cuales llegamos valiéndonos de la nostalgia
del personaje entrevistado. El
contacto con los relatores de sus memorias en relación a la retreta,
sensibiliza y transporta al oyente a un mundo lleno de imágenes románticas y
difíciles de creer hoy en día. Partiendo de los hechos narrados , podríamos pensar que sin duda, se ha perdido mucho del
estilo y la cortesía para acercarse a una dama y parece diluido el discurso bien
estructurado, la conversación espontánea y respetuosa de aquellos tiempos.
El estudio de la retreta como manifestación cultural simbólica
de los años 30 hasta los 60 , es similar
a la historia de la
retreta en la mayoría de las ciudades de Venezuela; también es similar
a la historia de la retreta en Cuba, Chile, Argentina, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia, Costa
Rica y República Dominicana. Hasta el horario es exactamente igual en
estos países. Lo cierto es que en la mayoría
de los países latinoamericanos las retretas
y la colonización española llegaron juntas y
se convirtieron en
una tradición culta y popular de
la cual no nos hemos independizado.
La función de la retreta puede
considerarse como un símbolo cívico-doméstico, tomado de la colonia española
para hacerlo nuestro, nacido de la
familiaridad de normas de urbanidad y de la recurrencia de una práctica social
cargada de cotidianidad y de rasgos
ritualísticos. La retreta constituyó una
práctica propia de la cotidianidad del zuliano, el sitio y momento de reunirse
para cumplir con lo religioso y disfrutar de sus tradiciones.
El sentimiento que despierta la evocación de las retretas lleva
a considerar esta como un patrimonio cultural; es decir como un acto que proyecta la herencia cultural de nuestros
pueblos y como la manifestación de
identidad que se forma desde una practica social que tuvo su génesis en los procesos de
relaciones entre la sociedad, la música y la cultura de Cabimas y Maracaibo
desde principio del siglo XIX.
Fuentes consultadas
Agostini, Desireé, (2003), La mujer Venezolana y su música a finales del
siglo XIX. Un nuevo aporte a la musicología venezolana Vol. 8, Nº 20
(Enero-Junio)
Bermúdez, Nilda y Portillo, I (1995).Maracaibo finales del siglo XIX e inicios
del siglo XX. Maracaibo. LUZ.
Blondel Charles (1928). Introducción a la Psicología Colectiva.
Buenos Aires. Troquel
Calcaño,
José Antonio.
(1900-1978.) La ciudad y su música (1958).
Caracas. Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca EBUC,
Centro de Documentación e Investigaciones Acústico-Musicales UCV, 2001.XII, 164
p
Carruthers Mary (1992). The
book of memory: a study of memory in medieval culture. Cambridge and new york:
Cambridge U P
Fernández
Javier “Cinco plazas del Centro Histórico de Cabimas” y “Parques, Plazas y Paseos”,
Guinand María (1986). “Historia
del movimiento coral y de las orquestas juveniles en Venezuela. Música coral en
la época Colonial. Caracas. Cuadernos
Lagoven.
Rúgeles de, Ana Mercedes (1986) Historia
del movimiento coral y de las orquestas juveniles en Venezuela. Cuadernos
Lagoven
Halbwachs, Maurice (1990) “Espacio y
memoria colectiva”. Estudios sobre las culturas
contemporáneas. Vol. 3 Nº
8-9.Universidad de Colima.
Picón Salas, Mariano. 1986. Los días de Cipriano Castro. 4ª ed.
Academia Nacional de la Historia. Caracas.
Pérez Perazzo, Jesús
Ignacio. (1989) “El maravilloso mundo
de las Bandas”. Caracas. Cuadernos Lagoven.
Vázquez Félix (2001) .La Memoria como acción Social: relaciones,
significados e imágenes. Barcelona. Paidós.
Entrevistas
realizadas
Arteaga
Arnaldo
(2009).Salón de ensayos Banda J. Antonio Páez. Calle Venezuela. Maracaibo.
Entrevista 18/03/2009 hora: 10:00am
Boscan
Trino
(2009) .Emisora de radio “Sabor 106” Maracaibo
.Entrevista: 14 de Marzo, 2009 Hora: 2:30 PM
Estrada
Pedro
(2009). Casa de la cultura. Cabimas entrevista 12 de febrero, 2009
Hora: 4:30 PM-
Manzini
Carlos
(2008). Plaza Bolívar. Maracaibo. Entrevista 20 de julio de 2008, hora: 10:30 AM
Martínez Miguel (2010). Salón de reunión iglesia Don Bosco,
Maracaibo
Entrevista:
09 de mayo ,2010 Hora: 11:00 AM
Quintero Lucidio (2008).Banda de
Conciertos Simon Bolívar. Maracaibo,
Entrevista 15 de mayo,
2008 .hora: 11:30 AM
Vicuña
Israel
(2009) .Casa de la cultura Cabimas
.Entrevista 12 de febrero, 2009
Hora: 3:00pm
Zabala
Harold
(2009).Bufete ave. 10 Maracaibo .Entrevista 21 de abril de 2009 , Hora: 10:00
AM