¿Quién es Edgar Morin?
Edgar Morin (1921) no es solo
un ciudadano francés y europeo de gran prestigio intelectual, sino que es
también, como lo ha honrado recientemente la UNESCO, un ciudadano y humanista
planetario. Edgar Morin es un pensador y un ciudadano del mundo comprometido
con los esfuerzos de elucidación del destino humano en la Tierra-patria.
Tierra-patria es un concepto
elaborado por Edgar Morin para señalar el lugar de convivencia civilizada de la
humanidad en simbiosis con el planeta. Este concepto señala la necesidad de
arraigar a la humanidad en el planeta tierra en función de un destino
complementario y errante.
Lejos esta Edgar Morin del
modelo de ciudadano cómodo y circunscrito a las preocupaciones de su pequeño
territorio familiar y laboral. Muy lejos también, de la tranquilidad y el
aislamiento académico, por el contrario, Edgar Morin sigue siendo protagonista
y contemplador activo de los sucesos y acontecimientos relevantes del devenir
actual del mundo. Prueba de ello son sus condecoraciones: Oficial de la Legión
de Honor, Comendador de las Artes y las Letras y recientemente Comendador de la
Orden de la Legión de Honor de su país.
Desde su participación como
combatiente voluntario de la resistencia de su país contra la ocupación nazi,
hasta su participación como oficial agregado al estado mayor del primer
ejército francés en Alemania en 1945, y luego como Jefe de Propaganda en la
Dirección de Información del Gobierno Militar Francés en la Alemania de 1946,
Edgar Morin no abandonará jamás esa elección de vida, porque su resistencia no
solo ha sido frente al nazismo y más tarde frente al estalinismo, sino que
continúa siendo contra toda forma de totalitarismo, incluidas las tendencias
humanas que las generan. Su esfuerzo y su prestigio intelectual no residen
únicamente en su monumental obra, hasta hoy en curso, compuesta de
epistemología, reflexión, autocrítica y análisis de la sociedad contemporánea,
sino que reside también, en su resistencia permanente contra toda forma de
crueldad (Para una mayor información al respecto ver su autobiografía
intelectual Morin, Edgar, Mis demonios, ed. Kairós, Barcelona, 1995)
Pero esta afirmación sería
insuficiente si se omitiera su culto desinteresado a la amistad y la
comprensión humana. Lucidez y cordialidad son el nombre y apellido de esta
persona que hoy es consultada y leída por millares de individuos en todo el
mundo. Basta como prueba, los esfuerzos constantes y en expansión, de las
traducciones de sus obras a distintos idiomas. Sus obras han sido traducidas al
español, inglés, italiano, chino, al japonés, y hasta circulan traducciones; en
Irán. Las traducciones de sus obras se reeditan permanentemente en América
Latina y el Caribe, y hoy es imposible encontrar un programa de formación de
docentes donde no se halle citada, como obra de consulta obligatoria, alguna de
aquellas dedicadas al educador, como "La cabeza bien puesta" y los
"Siete saberes necesarios para la educación del futuro".
Se agrega a ello, el
reconocimiento de más de una decena de casas de altos estudios de Europa y
América Latina y el Caribe, que lo han homenajeado con la entrega del doctorado
Honoris Causa. Entre las que se pueden citar: Doctor Honoris Causa de la
Universidad de Perugia, de la Universidad de Ginebra, de la Universidad de
Palermo, de la Universidad de Bruselas, de la Universidad de Odense, de la
Universidad del Salvador (Argentina), de la Universidad Federal de Río Grande
del Norte (Brasil), de la Universidad Autónoma de Guadalajara (México), la
Universidad Veracruzana (México) y la Universidad Autónoma de Nuevo León. Edgar
Morin ha desarrollado como investigador un camino de reflexión global, sobre la
vida y el conocimiento. Su trabajo decisivo analiza los fenómenos
multidimensionales de la sociedad y de la humanidad, en su totalidad y en su
complejidad. En función de esto, insiste sobre la necesidad de desarrollar el
sentimiento de existencia de una identidad común y de una comunidad de destino
que favorezca la emergencia de una conciencia planetaria, para salvaguardar el
desarrollo de hominización.
Si se tuviese que resumir en
pocas palabras el significado que tiene la obra de Edgar Morin debería decirse
que es uno de los intentos más consistentes de este siglo de pensar y describir
la complejidad humana. Una complejidad multidimensional al mismo tiempo
interrelacionada: la complejidad antropológica, sociológica, ética, política,
histórica. Diferentes y complementarias caras de un mismo fenómeno: lo humano.
Una complejidad que por ello mismo requiere un titánico esfuerzo epistemológico
de revisión y articulación de los saberes y conocimientos heredados. Su obra
más importante, elaborada durante más de treinta años, es la serie titulada "El
método" conformado, por el momento, por cinco volúmenes, traducidos los
primeros cuatro al castellano por la editorial Cátedra. Las diferencias de
mitos, creencias, lenguas, costumbres, han ocultado la común identidad
bio-antropológica de la especie humana y es preciso, si queremos la continuidad
de la especie, recuperar esta unidad conservando sus diferencias para compartir
un destino común. La tierra nos dice, no es la adición de un planeta físico más
biosfera, más la humanidad. La tierra es una totalidad compleja
físico-biológica, antropológica, don de la vida es una emergencia de la
historia de la tierra y el hombre una emergencia de la historia de la vida
terrestre, no somos ciertamente, dice Edgar Morin, el centro cósmico, pero no
nos concebimos sin el cosmos. Hasta ahora hemos ignorado algunas realidades que
conforman nuestro destino, hemos ignorado que estamos perdidos en el cosmos,
que la vida está sólo en el sistema solar y sin duda en la galaxia, que la
tierra, la vida, el hombre, la ciencia, son frutos de una aventura singular
llena de peripecias y repercusiones sorprendentes; que el hombre forma parte de
la comunidad de la vida aunque la conciencia humana, nuestra conciencia, sea un
fenómeno solitario.
La conciencia sobre el destino
planetario del hombre es una condición necesaria para realizar la humanidad. La
educación tiene como principal desafío arraigar al ser humano en su casa que es
la tierra, sin perder de vista que el ser humano es también un ser desarraigado
por su propia condición.
Para Morin la base de las
políticas de desarrollo deben reconsiderase a partir de un juego contradictorio
y a su vez, complementario de acciones que conduzcan a conservar y revolucionar
la vida. Un vínculo inseparable dice, debe unir dos finalidades aparentemente
antagonistas, la supervivencia de la humanidad y la persecución de la
humanización. La primera es conservadora, trata de salvaguardar las
diversidades culturales y naturales degradadas por la uniformización, como es
la humanidad amenazada por el arma nuclear y la degradación de la biosfera,
ambas producto de la alianza de los peores odios y violencias. La segunda
finalidad es revolucionaria, se trata de crear las condiciones para que la
humanidad se cumpla como tal en una sociedad-comunidad de las naciones. Esta
nueva etapa solo puede alcanzarse revolucionando en todas partes las relaciones
de los seres humanos con uno mismo, con los demás, con las naciones, con los
estados, entre los hombres y la tecnocracia, entre los hombres y la sociedad,
entre los hombres y el conocimiento, entre los hombres y la naturaleza. De ahí
una paradoja inevitable: la conservación necesita la revolución que asegure la
prosecución de la humanización. La revolución necesita la conservación no solo
de nuestros seres biológicos sino también de la adquisición de nuestras
herencias culturales y civilizacionales.
Hay que continuar
defendiéndonos del retorno persistente de la barbarie. No solo de la barbarie
que podríamos llamar ancestral, sino la barbarie moderna, fría, anónima, abstracta
y mercantilizadora de nuestros tiempos.
Las guerras pero de impacto
global incierto, la destrucción del ambiente, los basureros mundiales, la
desertificación de la tierra, la contaminación de aguas y de atmósferas, el
desempleo, las migraciones multitudinarias, las epidemias, el descontrol de la
experimentación biológica, la globalización económica-política y cultural, la
automatización tecnológica, la tecnocratización del poder, el desarrollo y
difusión del conocimiento, la violencia, la discriminación de la juventud, la
desarticulación de las sociedades, el impacto de la comunicación, el deterioro
de la educación y de las instituciones universitarias, la angustia, la
incertidumbre, la desconfianza como contra pautas de convivencia, las catástrofes
físicas, biológicas, psicológicas, sociales, masivas, el crecimiento de la
libertad, de la complejidad, del caos y la frontera del orden, cualquier orden,
la sobrevivencia, la conservación de la vida, no son materias que podamos
captar solo con el ojo solitario de una disciplina científica.
En su libro "Introducción
al pensamiento complejo" afirma: "Hay una nueva ignorancia ligada al
desarrollo mismo de la ciencia, hay una nueva ceguera ligada al uso degradado
de la razón, las amenazas más graves que enfrenta la humanidad están ligadas al
progreso ciego e incontrolado del conocimiento. Es necesario tomar conciencia
de la naturaleza y de las consecuencias de los paradigmas que mutilan el
conocimiento y desfiguran la realidad". (Traducido al castellano por
editorial Gedisa).
Para Edgar Morin, el gran
problema de la ciencia actual es la cada vez mayor compartimentación del
conocimiento. Mientras que la cultura general busca la posibilidad de poner en
contexto toda la información y las ideas, la cultura científica o técnica,
debido a su carácter disciplinario especializado, enfrenta cada vez mayores
dificultades para su puesta en contexto.
Actualmente, todo hecho
importante debe ser analizado en su contexto social, político humano,
ecológico, es decir se tiene que tomar en cuenta el mundo todo. Para tener la
posibilidad de articular y organizar la información del mundo, Morin propone
una reforma del pensamiento. Esta reforma es lo que llama pensamiento complejo.
Para Morin uno de los grandes
problemas de nuestro tiempo es volver a relacionar las dos culturas: la
humanística y la científica. En nuestros días, ambas se encuentran
empobrecidas.
La reforma necesaria del
pensamiento es aquella que genere un pensamiento del contexto y de lo complejo.
El pensamiento del contexto busca siempre la relación de inseparabilidad y de
ínter-retro-acción entre todo fenómeno y su entorno, y de todo entorno con el
contexto planetario. El pensamiento de lo complejo es necesario para captar las
relaciones, interacciones e implicaciones mutuas de los fenómenos
multidimensionales, y de las realidades que son a la vez, solidarias y
conflictivas porque contienen fuerzas que conducen a la diversidad y al mismo
tiempo a la unidad. El pensamiento complejo es un pensamiento organizador que
concibe la relación recíproca de todas las partes que conforman un todo.
Es necesario incorporar el
pensamiento complejo y repensar el destino y la misión de la educación
directamente relacionado con el destino de la especie. Objetivo difícil porque
la reforma de la Universidad suscita una paradoja: no se puede reformar la
institución (las estructuras universitarias) si no se han reformado
anteriormente las mentes; pero no se pueden reformar las mentes si no se ha
reformado anteriormente la institución.
La reforma de la Universidad
implicaría la instauración de Departamentos o Institutos dedicados a las
ciencias habiendo operado una reintegración polidisciplinaria en derredor de un
núcleo organizador sistémico (ecología, ciencias de la tierra, cosmología);
progresaría con la reintegración futura de las ciencias biológicas, ciencias
sociales, y elaboraría los dispositivos que permitieran la coordinación del
conjunto de ciencias antroposociales y del conjunto de las ciencias de la
naturaleza.
A fin de instalar y
transversalizar un modo de pensamiento (complejo) que permita la
transdisciplinaridad, la Universidad debiera en un primer momento introducir en
ella un espacio operativo de articulación transversal de los conocimientos
especializados.
La reforma del pensamiento es
una necesidad social clave: formar ciudadanos capaces de enfrentar los
problemas de su tiempo. Ello permitiría frenar el debilitamiento democrático
que suscita, en todos los campos de la política, la expansión de la autoridad
de los expertos, especialistas de todo orden, que limitan progresivamente la
competencia de los ciudadanos, condenados a la aceptación ignorante de las
decisiones de quienes son considerados como conocedores, pero que de hecho
practican una compresión que rompe la globalidad y la contextualidad de los
problemas. El desarrollo de una democracia cognitiva solo es posible en una
reorganización del saber donde resucitarían de manera novedosa las nociones
trituradas por el parcelamiento disciplinario: el ser humano, la naturaleza, el
cosmos y la realidad.
http://www.ciuem.info/inicio/qui%C3%A9n-es-edgar-morin/
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